miércoles, 27 de febrero de 2013

Harta


Estoy harta.
Harta de ver cómo la gente que menos lo merece consigue lo que quiere.
Estoy harta. De ver cómo aquellos que siempre han esperado el trabajo de sus vidas, y no han sacrificado nada por el camino, lo consiguen.
Esas divas y artistas que no se ensuciaron las manos trabajando en cualquier cosas para dejar de pedir dinero a papá y a mamá… Estoy harta de que a esa gente le vaya bien.

Estoy harta de tener mi potencial recluido en una sala inherte, haciendo un trabajo que, de lejos, hay quién dice "por lo menos tiene que ver algo con lo tuyo". Y un rabo, amigos, y me perdonan por el odio y la malsonancia. Hago un trabajo que bien podría ser de cadena de montaje, al menos si estuviera en una de éstas sabría a que me enfrentaría y no me tratarían de engañar diciendo que estoy en un sitio mejor.

Tampoco es que yo haya trabajado de cajera o teleoperadora, porque relativamente he tenido la suerte de aceptar cada trabajo que me proponían "de lo mío", mal pagados y abusivos, pero siempre me quedaba la última esperanza de "te servirá para aprender y formarte". 
Y un rabo, otra vez.

Estoy harta de ver a estas divas y artistas, dejando trabajos de becario "en el sector", porque "jopé, yo no valgo para esto, yo soy una diva". Y luego, malditos, consiguen contratos. 
Pero remóntate, ¿lo conseguiste tú? 
O entraste por tu amiga que ya curraba ahí, la cual entró por que su padre es un señor de cierto reconocimiento.

Estoy harta.

Y sí. Estoy enchufada en este curro de cadena de montaje. Y si, por mi padre. Que veía la desesperación en mi cara y buscó donde no había.
Y provocó esto, para al menos, poder invitarle a comer de vez en cuando.
Y aunque odio este trabajo, tengo que darle las gracias.

Estoy harta y tengo odio.
Estoy harta de que no me funcione ni el trabajo, ni la familia ni el amor. Estoy harta.

Pero ni me rindo ni me voy. ¿O me tengo qué ir? 
Porque otra cosa no, pero orgullo tengo para rato. Y soy capaz de reventar y romper todos los cristales del mundo.

Si. 
Soy una jodida artista. Pero no voy de ello. Y de hecho, todo lo que creo, lo creo de gratis, para otros y para difundir.


Odio a los que consiguen las cosas sin más.
Y encima se quejan, se quejan y se quejan…


Lástima para vosotros que yo sea más y mejor. 

Todos sabemos que a todo cerdo le llega su San Martín. 

(y me perdonan por este comentario nuestros seguidores veganos).

sábado, 5 de enero de 2013

Rediseñar


Fuera autolimitaciones, creencias, prejuicios, excusas y catastrofismos. Ya lo sabemos, está demostrado científicamente que el miedo no nos deja avanzar. Captura nuestra atención como si fuera lo único que está sucediendo en ese momento y cobra un protagonismo que no se merece. Es pura perversión.

La cifra de desempleados sigue subiendo, la credibilidad de muchas compañías está por los suelos, los conflictos mundiales perduran por los siglos de los siglos, instituciones y sistemas pierden su sentido. A algunos les interesa decir que el mundo se hunde, como el Titanic, pero más lentamente. Y como a lo largo de la Historia, pagan justos por pecadores.

El discurso está agotado, no nos cuentan nada nuevo, lo llaman la "sociedad del conocimiento", y yo me pregunto, ¿acaso conocimiento es repetir la misma milonga día y noche con el objetivo de paralizarnos? O ¿conocimiento tiene más que ver con la capacidad de transformar las cosas?

Prefiero quedarme con la segunda opción, por eso ya no veo el telediario ni leo la prensa. Por más que se empeñen, no, el mundo no es una mierda.

Cambiar es posible, y repensar una nueva forma de hacer las cosas también. Empezando por nuestro día a día, siguiendo por el entorno que nos rodea y llegando a cualquier rincón del planeta. Es el momento de rediseñar el mundo. De formar parte activa de ese cambio.

Todo absolutamente todo se puede rediseñar. Pero para conseguir un éxito verdadero debemos dejar a un lado lo que nos ha movido hasta el momento, olvidarnos del corto plazo, centrarnos en las necesidades reales de las personas y marcarnos un plan.Las cosas que realmente importan en la vida no pasan en dos días y están llenas de significado. 

Utopía dirán algunos, cinismo dirán otros. Lo cierto es que no son pocas las iniciativas que se han puesto en marcha estos últimos años. Quizá algunas todavía no tengan mucho eco, pero la responsabilidad de conocer y promover acciones disruptivas orientadas a un cambio social es solamente nuestra.

Se trata de repensar, rediseñar y reinventar empresas, instituciones, y países a través de nuevas fórmulas. El diseño estratégico juega un papel clave en todas ellas.







Carmen Bustos

lunes, 5 de noviembre de 2012


No es que nos hayamos cansado de escribir...

No nos hemos cansado de opinar, de protestar. 

Es que hemos sido absorbidas por la espiral de la modernización, de las prisas, del correr, del no-tiempo.

Pero volvemos.


viernes, 4 de mayo de 2012

Ricos


"Me creeré la crisis cuando los ricos empiecen a suicidarse"
Eso ponía en una de las entradas de mi facultad en el año 2008.

Y ¿sabes qué?
Que ya me la he creído y aquí no se suicida ni dios.

El año 2008... aaaaaayyy, ¡que tiempo aquel tan bello! Yo con un trabajo que adoraba, acabando la carrera, con ganas de comerme el mundo... y no le di apenas el primer bocado, cuando empezó a pudrirse.

"Cada viernes anunciará recortes" eso me dijo ayer mi novia sobre Esperanza Aguirre.
Me revientan los recortes. Me ponen de los nervios, me ponen histérica.
Y no voy a hablar de datos y de números, que ya eso lo hace bastante bien el señor Crudo, del cual me declaro fan acérrima (http://blog.rtve.es/carnecruda/2012/04/somos-unos-pringaos-1.html).
Y no voy a hablar bien ni pensando las palabras. ¡Por qué no puedo! Porque tengo ira dentro, tengo rabia dentro, tengo ganas de reventar, a cada paso me cabreo más.

Porque no me puedo seguir creyendo que vayan a recortar en educación, en sanidad, en los jodidos transportes... y que exista un Senado, que cada congresista tenga un iPhone y un iPad, que existan las pensiones vitalicias... Si tan solo se devolviera la tercera parte de los gastos de esta gente.

Y lo peor es que todos lo sabemos y ya todos lo gritamos. Y pretenden callarnos. Se adoptan leyes tan represivas como antaño, se toman medidas de seguridad de unos costes sobrehumanos... Tenemos derecho a protestar y lo estamos haciendo. Y lo seguiremos haciendo.
No nos representa ni Peter en la política porque no nos dejan, porque hay una ley electoral de mierda que permite a un partido hacer lo que salga del ohio sin una mínima aprobación de los demás.
Hay controles en las fronteras del país, por si viene gente a manifestarse y controles aleatorios en Sol por si se va a celebrar el aniversario del 15-M.
Pues claro que se va a celebrar, ¿o qué pensáis?
La gente esta más harta que el año pasado, mucho más.
Tenemos rabia y ganas de reventar.

Y no tenemos soma.

Por no tener no tenemos ni abono transporte.





Señores, 6,40€ ida-vuelta Alcalá de Henares-Atocha.

viernes, 20 de enero de 2012

La Era.

 


Guardemos 72 minutos de silencio por el retorno de la censura.
Por el cese de la libertad de información.
Por la prohibición de acceso a la cultura.

"Ha llegado el 2012", dicen muchos.
El fin del mundo. Dicen otros.

Lo cierto es que siempre nos quedará aquella canción de Megaupload. 
Siempre, o por lo menos, hasta el día que decidan censurarla. 

Yo, lo que es yo, empiezo a sentirme muy triste.


Y lo más triste es que esto hará que se levante gente que estuvo sentada cuando peores catástrofes acometían contra la existencia. 


Gracias Lamar Smith.
Y gracias también al FBI, aunque bien podría haberse quedado en las pantallas de Hollywood. 

Empiezan los tiempos de la guerra cibernética, y yo, por irme preparando y que no me pille desprevenida, me he apoderado de un libro de ofimática para mejorar mis conocimientos sobre el Office 97.
La revolución va a dejar de estar en las calles por momentos. Puede que ya esté en las rosetas de todos y cada uno de nosotros.

Sea como sea, se avecinan tiempos de cambio.

sábado, 14 de enero de 2012

R.I.P


No es el crítico, sino la crítica, lo que a todos nos remueve.
No es el cuerpo, sino la mente.
No eres tú, sino la idea.

Poco queda de todo eso.
La crítica deja paso a los críticos.
Bueno, no.
Los críticos han matado a la crítica.
La mente ha dejado paso a los mismos de siempre.
Las ideas han desaparecido.

Ya sólo nos queda la misma mierda de siempre.
Y que no vengan a vendernos la moto, porque ya no es lo que era.
Han vuelto los protagonismos.
La misma "lucha" de siempre. La que dicen que está en las calles.
La que llevan defendiendo desde hace siglos.

Pasados de moda, irracionales e incongruentes.
No queda más que acordarse con nostalgia de aquellos tiempos felices.
De aquellos días en que todos nos ilusionamos.
En que todos fuimos juntos.

Hoy, por el recuerdo de aquel 15-M.
De aquella #SpanishRevolution de la que ya no queda nada.


miércoles, 11 de enero de 2012

Sobre las predicciones impredecibles

A decir verdad, no creo ser una persona que sepa demasiado de economía pura. Mis conocimientos en la materia son más bien escasos y, aunque siempre haya querido profundizar en ellos, lo cierto es que nunca he encontrado el momento. No obstante, no significa eso que me desentienda o me desinterese de los constantes episodios que la economía protagoniza en los telediarios, aún más en los tiempos de crisis, y aún más cuando nos movemos en un ámbito internacional, pues creo que en la actualidad todo gira en torno a ese gran pilar central que es la economía de carácter internacional: el libre mercado, el capitalismo, la globalización… A día de hoy son los motores que mueven el mundo y, por ese mismo motivo, procuro estar enterada de lo que ocurre día a día.

No obstante, es complicado para una persona como yo, que no tiene apenas conocimientos económicos, entender lo que se nos plantea a diario en los medios de comunicación: caídas y subidas del IBEX (¿de qué?), primas de riesgo, eurobonos, Merkozys… Por ese mismo motivo, y por el interés y la curiosidad que el otro día despertó en mí una noticia, me he visto obligada a indagar sobre todas esas cuestiones tan comentadas en la actualidad: la política y la economía se confunden, una vez más, para tratar de salvar el mundo, como si de dos superhéroes se trataran.

Lo cierto es que más les vale poder hacerlo, porque si en algún momento se cumplen las más catastrofistas, pero no improbables, predicciones… tendremos un problema. Y todo esto viene a raíz de la noticia de 30 de noviembre de 2011, de El País, cuyo titular predicaba, “Las empresas preparan planes de emergencia para la ruptura del euro”: ¿¡Ruptura del Euro!?

Ahora mismo, considerando el nivel de integración que se ha consolidado en la Unión Europea, no digamos ya si lo focalizamos en el panorama económico, es complicado imaginar que pueda darse un escenario como el que tal titular predica, pero, en realidad ¿es tan complicado como parece? ¿Qué ha pasado en Grecia? ¿Qué ha pasado en Irlanda y Portugal? Y por último, ¿qué está pasando en España y en Italia?

A mi parecer, todo viene indicando que, si no se toman las medidas necesarias de forma inminente (cuya determinación dejo a manos de los economistas), la espiral de endeudamiento público que ha calado en Europa pasará de ser algo periférico, a ser algo central. No tengo ni idea de qué medidas pueden o deben tomarse para mitigar en Europa los efectos de la crisis mundial, pero lo cierto es que si Francia y Alemania dieran su brazo a torcer con las reformas que se han propuesto hasta el momento… algo se haría, quiero creer. Claro que, eso es algo que creo desde España ya que, tal vez, si tuviera que estar redactando este mismo trabajo desde Frankfurt, Munich o Berlín, otro gallo cantaría. 

No obstante, y antes de seguir con mi relato, tengo que pararme a pensar sobre la posibilidad de que alguien se planteara en algún momento, con anterioridad a la crisis, por supuesto, el posible hundimiento del euro. Según la noticia que he citado anteriormente, hay contratos anteriores a la entrada del euro que preveían conversiones para adaptarse a la moneda comunitaria cuando entrara en vigor pero, por el contrario, no hay uno solo que previera que la misma podía desaparecer. Esto me hace entender que el euro fue integrado en todo momento con optimismo y con la confianza de que su curso legal no iba a suponer más que mejoras para la economía europea. Paradójicamente, la realidad, a día de hoy, parece indicar todo lo contrario. No soy capaz de atisbar cómo se estaría viviendo esta crisis si cada Estado hubiera mantenido la moneda que circulaba con anterioridad al euro pero, lo cierto es que, tal vez, y tal como estamos viviendo, al euro le faltó prever que podía darse la situación por la que estamos pasando y, por lo tanto, le faltó prever mecanismos de salvaguarda del valor de la moneda como los que se están procurando adoptar actualmente, a “correprisas”, con perdón de la expresión.  Me estoy refiriendo al Banco Central Europeo, y a la potestad que no tiene para emitir deuda comunitaria de forma conjunta, pero en ello me detendré más adelante.

Personalmente creo que no hubiera estado de más prever tales instrumentos, aunque sólo se hubieran adoptado por prevención, ya que la implantación del Euro, volviendo a los primeros años del siglo XXI, y bajo mi humilde punto de vista, no iba a ser todo ventajas y, mucho menos iba a ser un camino de rosas para aquellos países cuya moneda valía mucho menos que el euro: si el valor del euro iba a ser el mismo para todos los países, pero las monedas que circulaban en la zona euro, en el momento de la conversión, no tenían, ni mucho menos, el mismo valor, era de prever la respectiva inflación o deflación que vivirían esos Estados al implantar la moneda comunitaria. Por aquellos tiempos, yo cumplía mis escasos y felices 11 años pero, de haber tenido algo de juicio, imagino que hubiera defendido una posición contraria a la adopción del Euro: independientemente de las mejoras que pudiera suponer a nivel comunitario, por evitar las conversiones de moneda y los gastos que eso pudiera conllevar, nada garantizaba que la inflación en España fuera evitable.

Todos recordamos, con más o menos alegría, aquellos tiempos en que la ecuación “1€ = 166’386 ptas.” era el pan de cada día. ¡Quién hubiera dicho que esa ecuación iba a terminar por ser “1€ = 100 ptas.”! El resultado: una inflación del 66%. Era imposible sobrellevar holgadamente la situación cuando la única cosa que no había visto incrementado su valor eran los salarios: si antes podía comprar 3, y obtener beneficios de 3; ahora podría comprar 2, y obtener beneficios de 2. En realidad, creo que comprender cómo funciona la economía debe ser algo más simple de lo que parece, ya que se basa en principios de lógica y sentido común aunque, en ocasiones, y tal y como dice el dicho, “el sentido común es el menos común de los sentidos”. No obstante, creo que la economía se basa en un sistema de retroalimentación que, tontamente, podríamos caracterizar de la siguiente manera: si no hay dinero, no hay consumo; si no hay consumo, no hay beneficios; si no hay beneficios, no hay trabajo (y esto deben de entenderlo los casi 5 millones de parados que tenemos en España, mejor que nadie); y si no hay trabajo, no hay dinero: ni para el Estado, ni para los empleadores, ni para los empleados. Llegados a este punto, el ciclo descrito vuelve a empezar. Estamos inmersos en un círculo vicioso del que sólo se puede salir mediante una inyección de dinero, o mediante un cambio de 180º de nuestros presupuestos generales: como bien decía al principio, todo gira en torno a la economía. 

Así pues, creo que la actual crisis está castigando a todos aquellos países que, con más o menos intensidad, sufrieron una inflación como consecuencia de la implantación del euro. Alemania, país pudiente por excelencia de la Unión Europea, y Francia, que le sigue de cerca, me reafirman: por todos es bien sabido que la crisis mundial no está afectando a estos dos países, ni por asomo, como lo está haciendo en los países periféricos. Personalmente, creo que su situación actual de desahogo podría estar estrechamente relacionada con la deflación por la que pasaron ambas economías en el momento de implantar el euro: si bien es cierto que el euro encareció los productos en España, también lo es que en el núcleo europeo pasó todo lo contrario. 

No obstante, y pese a que ellos se enriquecieran con la conversión, lo cierto es que nosotros empobrecimos y, parece ser, así seguiremos haciéndolo hasta que los más pudientes inviertan en reformas que supongan un sosiego general europeo y que reactiven la economía comunitaria. La cuestión es, que si estas medidas no se adoptan de forma inmediata, las situaciones de insolvencia que se están viviendo en los países de la periferia, acabarán arrastrando también, y por desgracia, a la economía francoalemana que es, por decirlo de alguna manera, nuestra salvación. Si esto ocurriera, que por ahora no parece del todo improbable, el euro estaría condenado, irremediablemente, a la desaparición: adiós al proceso económico de integración. Eso supondría dar un paso agigantado hacia atrás: no sólo por el detrimento económico que supondría para los Estados miembros, sino también por el fracaso que supondría eso para la Unión Europea. Europa es el ejemplo a seguir en todos los sistemas regionales del mundo; es el sistema regional de integración por excelencia; el que mayores logros ha alcanzado, y no sólo en el plano económico, sino en todos sus sentidos. Ese es motivo más que suficiente para que Merkel y Sarkozy, o Merkozy, como se les viene llamando últimamente,  adopten ya las medidas que se consideren oportunas para cambiar el rumbo de la economía europea que, dicho sea de paso, influye de buena gana en el balance de las economías extranjeras como consecuencia del libre mercado.

Por suerte o por desgracia, la suerte de Europa depende de los Merkozys o, más concretamente, de la canciller alemana, pues, con independencia de que los países maltrechos ansíen las reformas que permitan salvaguardar sus economías, lo cierto es que sólo Alemania tiene la potestad de decidir qué es lo que más conviene a Europa: cualesquiera que sean las medidas que se adopten, van a repercutir sobre la economía alemana y, por lo tanto, es necesario que Merkel dé su brazo a torcer para que las mismas puedan llevarse a cabo. No obstante, si la misma no quisiera acceder a tales medidas, pronto se vería arrastrada a nuestra misma suerte así que, de un modo u otro, Alemania va a tener que involucrarse en la causa tarde o temprano. Al fin y al cabo, el valor de la moneda no puede depender exclusivamente de la actividad de un solo Estado, sino que en él repercuten las actividades del conjunto de países de la zona euro que, actualmente, y como puede desprenderse de la actualidad, se encuentra algo perjudicada.

Así, y en relación con lo que veníamos diciendo, desde hace un tiempo viene planteándose la posibilidad de crear los eurobonos, que no son más que un instrumento de deuda pública por el que se reconoce al Banco Central Europeo la facultad de emitir deuda comunitaria.  De este modo, la deuda de los Estados periféricos dejaría de ser propia e interna, para pasar a ser común de todos los Estados. En este sentido, Merkel tiene motivos más que suficientes para no querer que se adopte este mercado de deuda común, pues si bien es cierto que Alemania actualmente tiene una deuda pública incomparable con la que tienen los Estados afectados, también lo es que por este mecanismo del eurobono, la deuda pública de los Estados, que al fin y al cabo es una deuda interna de cada uno de ellos, pasaría a ser de titularidad europea. Es evidente que Alemania no quiere asumir como suya, ni siquiera en la medida de cotitular comunitaria, la deuda de los demás Estados miembros, pues de la mala gestión o de la mala suerte que haya podido correr cada uno de ellos debe responsabilizarse él mismo: hay una gran diferencia entre tener una deuda pública aceptable, y tener que asumir la deuda de tus convecinos que están arruinados hasta las trancas. No obstante, sí que parece lógico que, de una misma moneda, deba existir un mercado de deuda pública común. Esperemos que la canciller alemana se mueva por los sentidos de la cooperación internacional y la solidaridad en el momento de tomar su decisión.

Merkel también argumenta en contra de la adopción de los eurobonos la supresión de las primas de riesgo que eso conllevaría. En relación con lo dicho, debo hacer un inciso para reconocer que me ha costado trabajo entender qué son las subidas y bajadas de la prima de riesgo pues, pese a escucharlo cada día en el noticiario, hasta ahora no creo haber entendido a qué se referían, si es que por fin he decidido entenderlo, que tampoco apostaría yo demasiado por ello. Con esto quiero decir que en ocasiones la actualidad se nos presenta de forma incomprensible, debiendo de acompañar esa información que recibimos de un esfuerzo intelectual que pocos estamos dispuestos a hacer: parece que a los guionistas/redactores se les olvida a quién van dirigidas sus informaciones, pues más que destinarse a un público de cultura general media, parece que vayan dirigidas a un público especialista en la materia, con independencia de que también haya especialistas que puedan acudir a esas fuentes para mantenerse informados. Lo que vengo a criticar es que hay muchas personas interesadas por estas cuestiones, entre las que me encuentro, que no pueden, o no podemos, comprender estas noticias porque no se redactan de una manera que sea accesible para todo el mundo, sino que requieren de un conocimiento previo y del manejo de unos tecnicismos que, por uno u otro motivo, no todos podemos tener. Es una cuestión que me molesta.

Cerrado este paréntesis, no sé si acabo de entender porqué a Merkel le molesta que se supriman las primas de riesgo, quiero decir, sí pero no. Según he entendido, la prima de riesgo de un Estado en concreto guarda una relación directa con el tipo de interés al que los inversores compran la deuda pública: se compara el tipo de interés de la deuda pública en cuestión con el tipo de interés alemán, que es el más bajo en Europa dado la buena salud de la que goza su economía. Esta comparación debe hacerse para determinar, por una parte, la rentabilidad que le supone al inversor comprar deuda pública y, por otra parte, para saber el riesgo que conlleva para el Estado la emisión de la deuda. En este sentido, es evidente que, cuanto mayor sea el tipo de interés, más atractivo se le hará al interesado invertir en deuda pública, pues sólo en tal medida se verá incrementada su rentabilidad. En contraposición, al Estado va a interesarle pactar el tipo de interés más bajo posible, pues es la manera más eficaz de amortizar al máximo las inversiones. No obstante, si la deuda sigue creciendo, al Estado no le queda más remedio que subir el tipo de interés de la emisión de su deuda pública para atraer al mayor número de inversores posible.

Entiendo que a Merkel pueda suponerle un problema el que los Estados pierdan ese incentivo de cara a los inversores para que los mismos sigan comprando deuda pública o, al menos, eso es lo único que se me ocurre a mí que le pueda preocupar  pero, en realidad, si yo me pusiera en la piel de una de esas inversionistas cazadora de deudas públicas, desconfiaría de un Estado cuya prima de riesgo, cuyo tipo de interés, no hace más que subir como consecuencia de su cada vez mayor endeudamiento, pues nada me garantizaría el crédito al vencer el plazo de la letra. Así pues, y pese a que se pierdan las primas de riesgo con los respectivos atractivos que suponen a los inversores, puede ganarse en confianza que, pese a que suene a algo inmaterial, idílico o irrelevante, a la larga puede salir rentable a la economía europea.

Con todo, por el momento, mi máxima preocupación es la que se ocupa de este tiempo transitorio en que, ni se adoptan las medidas ni se dejan de discutir, pues la deuda española sigue creciendo sin que parezca que pueda cambiar de suerte. Tal vez en el momento en que se adopten las reformas de los Merkozys, que en aras de la cooperación internacional, esperemos que sea lo antes posible, la situación cambie notablemente pero, mientras tanto, cada uno debe subsistir y mantenerse a flote como mejor se pueda. Esto en España se traduce en el hecho de que son los propios entes bancarios los que están invirtiendo en deuda pública, con la consecuente imposibilidad de financiar a las empresas o a los comercios que realmente pueden ayudar al Estado a generar beneficios. ¿Significa esto que se están malgastando recursos?

No. Significa esto que, tal y como dijo un profesor al que admiro, hemos levantado una fortaleza tan grande, que ni somos capaces de destruirla, ni somos capaces de mantenerla. Sea como sea, queda confiar en que vendrán tiempos mejores.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

"La fiebre del cultivo perturba África" - Economías del mundo

Por todos es bien sabido que los países del norte tienden al sur: cada vez son más los recursos explotados por los más poderosos en las tierras de los menos pudientes. Ésta es una realidad con críticas para todos los gustos pero lo cierto es que la situación empieza, como si no hubiera empezado ya, a ser preocupante. Las consecuencias que derivan de este tipo de comportamiento o actuación empresarial se palpan a nivel universal y, por ese mismo motivo, es conveniente analizar cómo influyen estas prácticas en el desarrollo de los países sureños, así como en la economía global en la que tan interdependientemente participan los Estados.

Parecía ser que eran el petróleo, el gas y los recursos minerales los que resultaban más atrayentes a los inversores extranjeros en los países en vías de desarrollo pero, tras echarle un vistazo a la noticia publicada en el País el pasado 30 de octubre bajo el titular “La fiebre del cultivo perturba África”, redactada por Andrea Rizzi, parece ser que la dinámica de explotación en dichos países está cambiando.

Todo parece apuntar a que el origen de este cambio se encuentra en la crisis económica que, por suerte o por desgracia, acomete contra los Estados más desarrollados. La misma nace de una confluencia de factores que termina por hundir las economías más potentes del mundo, encontrándose entre ellas la estadounidense y la europea. La inflación que de ello se deriva acaba suponiendo una subida de precios en varios sectores, sin que de ello pueda librarse el ámbito relativo a los alimentos. No obstante, entre esos otros factores determinantes que mencionábamos, y que también dan lugar a esa subida de precios en el sector alimenticio, podríamos mencionar el incremento de la población mundial, la dieta más rica de millones de personas de los países emergentes, y la creciente cantidad de cultivos destinados a biocombustibles. Partiendo de este escenario, la pugna por la inversión en tierras fértiles está servida, como si siglos atrás nos hubiéramos remontado.

En realidad, y tal y como se muestra en la imagen, la subida de precios de los alimentos en los países desarrollados contribuye al enriquecimiento de los países en vías de desarrollo, pues el encarecimiento de los productos del norte supone la posibilidad de que los del sur puedan acceder a esos mercados aprovechándose de sus ventajas competitivas; aunque no debemos olvidar que alguna que otra vez tales ventajas se dan por prescindir de los derechos sociales en los lugares de producción. Aun así, y eludiendo este último punto, que poco nos aporta ahora mismo, parece lógico pensar que la comercialización de los productos de los países en vías de desarrollo supone un incuestionable beneficio para ellos, en la medida en que los comercializan en países en los que van a resultar ser muy competitivos: los elevados precios de los países desarrollados no pueden competir con los de los países en vías de desarrollo, ya que las garantías sociales de los primeros encarecen el coste de producción, traduciéndose en una elevación del precio del producto final.  Si es ético, o no, que los países menos pudientes prescindan de tales garantías sociales en dichos procedimientos de producción para que les suponga ese bajo coste, es algo que, como decíamos, no nos ocupa ahora mismo, aunque podría ser también motivo de reflexión.

No obstante lo que acabamos de ver, el hecho de que las tierras fértiles de África estén empezando a pasar a manos de inversores extranjeros puede llegar a suponerles una gran limitación en relación con lo que veníamos comentando. Parece normal pensar que los agricultores del sur necesitan sus tierras para poder cultivar los productos agrícolas que posteriormente van a querer comercializar en el norte. La capacidad productiva de estos países se ve limitada cuando los mismos venden o arrendan sus tierras a terceros extranjeros y, para acabar de entender esta afirmación, no podemos perder de vista que el agricultor es el sector principal de los países en vías de desarrollo. Así, y tal como refiere la noticia, tan sólo en Etiopía, Mozambique, Sudán y Liberia se han expropiado ya 43.000 kilómetros cuadrados de tierra fértil que, para hacernos una idea, no dista mucho de la superficie de Suiza: 43.000 kilómetros cuadrados menos de riqueza de la que van a poder disponer esos países.

A estas alturas del trabajo, es conveniente recordar que todos los pueblos soberanos tienen el derecho de disposición sobre sus riquezas y recursos naturales, pese a que por lo dicho hasta ahora podríamos dudar de la efectividad de este derecho en la práctica. La Asamblea General de la ONU se ha pronunciado al respecto varias veces puesto que la falta de respeto a este derecho de los Estados preocupa a la organización con creces. Son muchas las recomendaciones dictadas por el órgano plenario en relación con estas cuestiones, pero también son muchas las veces que los inversores extranjeros de los Estados pudientes abusan de los recursos de los más débiles. Bien es cierto que los Estados soberanos podrían negarse a conceder derechos a esos inversores, pero lo cierto es que hay un cúmulo de motivos que llevan a reconocerlos, y no sólo me estoy refiriendo a motivos económicos, pues en estas situaciones entran en juego motivos de tipo político-social, tanto en su vertiente positiva, como en la vertiente negativa de coacciones y amenazas.

Prueba de ello es lo ocurrido en Madagascar en el año 2009. El rechazo por parte del Gobierno a un proyecto presentado por una empresa surcoreana que pretendía una concesión de 13.000 kilómetros cuadrados de tierra para explotar, generó un malestar social que acabó estallando con unos tremendos disturbios que supusieron decenas de muertos. Esto nos lleva a confirmar que no son sólo los motivos económicos los que llevan a un Estado a conceder o denegar las peticiones de los inversores extranjeros, sino que hay todo un trasfondo detrás que también hay que analizar.

Para entender lo ocurrido en Madagascar, hay que ver cuáles son los motivos que llevan a los grupos a posicionarse a favor o en contra de este tipo de prácticas, porque lo cierto es que no sólo en Madagascar se han generado esos conflictos, sino que son muchos los granjeros y agricultores descontentos que se han visto siendo expropiados para poner sus tierras en manos de inversores de países desarrollados.   

El a favor y en contra de tales prácticas reside exclusivamente en la cuestión de si es mejor exportar y comercializar productos para buscar la riqueza fuera, en los mercados de los países desarrollados; o si por el contrario es más rentable atraer a los inversores para que sean ellos quienes aporten riqueza al país desde fuera. Como todo lo que venimos comentando hasta ahora, eso es algo discutible con críticas de todos los colores y para todos los públicos, pero si hay algo que no podemos dejar de analizar, son las consecuencias político-sociales que tales comportamientos conllevan en los Estados receptores de inversionistas.

Los defensores de estas prácticas alegan que las inversiones no sólo permiten crear nuevas infraestructuras para mejorar la capacidad de producción, sino que también crean puestos de trabajo que mejoran la productividad agrícola y el rendimiento de esas tierras. Los detractores, por otra parte, creen que la alarma debe encenderse en el momento en que esas inversiones suponen el desalojo de comunidades enteras: no niegan la creación de puestos de trabajo, pero consideran que debe prevalecer el medio de vida de esas personas expropiadas ya que, además, el no poder disponer de esas tierras es algo muy negativo para los países cuyo mercado alimentario es tan precario. Tal vez este segundo argumento utilizado por los detractores no tendría sentido si las tierras se utilizaran para cultivar alimentos que fueran destinados a la población, pero como bien decíamos al principio, los biocombustibles han sido un factor clave en todo el negocio que se ha desarrollado alrededor de la tierra y, evidentemente, no pueden compararse los beneficios que produce comercializar éste último, que los que podrían suponer alimentar una nación.

Si bien es cierto que a estas alturas ya tenemos datos suficientes como para posicionarnos a favor o en contra de estas prácticas, lo cierto es que queda pendiente comentar, bajo mi punto de vista, la peor de las consecuencias que se derivan de estas actuaciones.

Me estoy refiriendo al problema que tienen esos países, por su situación geográfica, con el agua. Muchos de ellos sufren escasez de agua de per se, como podrían serlo Arabia Saudí, Qatar, o los Emiratos Árabes Unidos, pero hay muchos otros que se están viendo abocados en una pugna por el agua debido a que los inversores se sitúan en zonas estratégicas para poder tener acceso a ella.  Prueba de ello es la implantación de múltiples proyectos por parte de inversores en las cuencas del Nilo y del Níger. Muchos de los contratos que se firman en aras de avalar estos proyectos no especifican cuál va a ser exactamente la extracción de agua que el mismo va a suponer, pero no es difícil pensar que la misma pueda llegar a suponer conflictos territoriales en la zona ya que, pase lo que pase, lo que sí es de esperar es que se produzca una creciente extracción de agua en los territorios de implantación por parte de los inversores. Éste podría ser un buen argumento por parte de los Estados para denegar las concesiones a los inversores pero, como ya hemos visto, la concesión o denegación no puede considerarse por sí sola en términos económicos, sino que depende de una serie de factores políticos y sociales.

Así pues, y habiendo visto ya cuáles son los intereses de unos y de otros, cabe hacer una reflexión final a modo de conclusión.

Lo primero que me sugiere esta realidad es que, definitivamente, el derecho de los Estados a disponer libremente de sus recursos naturales no está bien configurado o, al menos,  no surte los efectos prácticos que serían deseables. No puede ser considerado como un Derecho independiente de los Estados; como un derecho inherente a ellos porque, aunque así debería ser, lo cierto es que hay demasiados factores que condicionan el ejercicio de ese derecho restringiéndolo. El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales que es el que da vida y cuerpo al derecho a que nos venimos refiriendo, subordina su ejercicio a las obligaciones que derivan de la cooperación económica internacional. Cabría plantearse cuáles son estas obligaciones de cooperación y dónde se encuentran sus límites porque, pese a que no hay obligaciones ilimitadas o absolutas, lo cierto es que en este caso parece que los Estados ceden totalmente su soberanía en aras de la cooperación internacional económica, incluso en su propio detrimento. Para evitar que esto ocurriera, porque es indudable que tales extremos son perjudiciales para los países en vías de desarrollo, sería necesario establecer algún tipo de criterio eficaz que ponderara el interés del Estado y el del inversor en cada caso. Cierto es que las inversiones extranjeras son una potencial fuente de ingresos que hay que proteger, pero no menos importante debe ser el bienestar de una comunidad. En todo caso, lo que no parece lógico bajo ningún punto de vista, y más considerando la soberanía de la que disponen todos los Estados, es que haya países dominados mayormente por grupos de inversores extranjeros, con preocupaciones distintas de las que realmente debería afrontar ese Estado.

Un arrebato de poder ha sido el que ha privado a los países en vías de desarrollo de la oportunidad de emerger en los mercados de los países desarrollados. Destruidas las economías potenciales estadounidense y europea, y sin dejar que fluya el curso natural de la economía, que hubiera dado lugar a un mayor desarrollo de los países que así lo pretenden, los más pudientes se han visto en la necesidad de apropiarse de las tierras que daban de comer a tantísimas personas.  Es cierto que lo han hecho a cambio de unos cuantos puestos de trabajo y de una mejora en la infraestructura comercial, pero no es menos cierto que su actuación conlleva malestares sociales que pueden derivar en consecuencias fatales para la población.

Todo viene a demostrar que los objetivos marcados actualmente en la Ronda de Doha están lejos de ser una realidad. El desarrollo y la cooperación internacional en beneficio de los países más desafortunados suena muy atractivo a oídos de todos, pero es algo utópico e idílico ya que, como estamos comprobando, la confrontación de intereses es suficiente como para que los unos se sigan imponiendo por encima de los otros.

No es la primera vez que nos servimos de los recursos de los países en vías de desarrollo, como tampoco es la primera vez que generamos un conflicto entre los más débiles e indefensos. Son comportamientos que hemos asumido como normales; como si esos perjuicios pudieran solucionarse a posteriori a base de solidaridad y concienciación. No obstante, debemos empezar a cambiar esa concepción porque permitir a un Estado desviarse de sus preocupaciones desatendiéndolas, en beneficio de los intereses de un inversor extranjero, originario de un país con un alto nivel de vida, es algo que perjudica gravemente a quienes más ayuda necesitan y que, por otra parte, reafirma a los más fuertes en su condición de poderosos.

En definitiva, ya vivimos en tiempos pasados las consecuencias de no querer liberalizar los mercados y, ahora que la cooperación internacional está a la orden del día, resulta que no nos interesa tanto como parecía o que, mejor dicho, no es tan fácil como pensábamos: es tan complicada la resolución del conflicto de intereses norte-sur, que ni siquiera hemos sido capaces de acabar con el hambre en el mundo pese a haber pan para todos. Sea como sea, el querer y no poder contribuir al desarrollo es algo que, una vez más, se va a volver en contra de los más necesitados.

La pescadilla que se muerde la cola se presenta, una vez más, como nuestro mayor reto.    

jueves, 3 de noviembre de 2011

Cerebros



Entrevista.

Nuevo sitio. Dice que hace edición de video digital, pero poco tardo en darme cuenta, que se decían sobre todo a cambio de formatos, magnetos, autorías de DVD….
No tengo ni idea. Bueno, la justa. Siempre que he hecho volcados y cosas, he tenido al compi que me indicaba el botón. 

Necesitan un técnico. Me dice que como es mucha cacharrería, lo normal es que van viniendo becarios, aprendiendo, para controlar todo. Me ofrece un "contrato de prácticas, o becario, o en formación, o yo que sé".

-¿Cuánto serían los honorarios que deseas?
-Hombre, pues no sé, teniendo en cuenta que sea un contrato en formación, que la verdad, pues no tengo mucha idea… También depende de las horas...
-Tratándose de aprender… el conocimiento es un patrimonio, entonces el aprendizaje no tiene horarios, el aprendizaje es de 24 horas.
-(En fin… resabido de las narices) Bueno, no sé, ya le digo, dependiendo de las condiciones y las horas, pues mínimo unos 500 €.


Le parece bien, a mí me parece una basura. Pero claro, tengo que admitir que no tengo ni idea en el puesto que me ofrece.
Pero bueno, lo peor han sido comentarios del tipo…

-¿Cuántos años tienes?
-24
-Buff… eres mayor ya eh?

Hola bastardo? Pues ofréceme algo de verdad.

-Veo que tienes un currículum muy amplio, aunque también muy superficial.

Vaya… gracias. Gracias porque parece que no tengo ni puta idea de hacer nada. Que igual llevo 3 años currando de editora, más los siglos y lustros que he editado en cabinas de Avid, Final, tardes llenas de gente en mi casa observándome. Que igual tú no sabes lo que es, porque ofreces un servicio…. pero en fin… nada se ve.

-Bueno, pues el Lunes hablamos y concretamos porque yo creo que este sería un trabajo donde por fin aprenderías a hacer de todo y a hacerlo bien.

Estoy hasta las narices de que todo el mundo se crea que te hace el favor de tu vida.


En fin, más luego la mítica charla de empresa audiovisual que apela al compromiso y la responsabilidad y al echar horas de gratis.

¿En que jodido momento decidí dedicarme a esto?
Porque es frustrante.
Lo peor es que cuando escucho una música la veo en imágenes, cuando veo imágenes las acelero, las meto strobos y glows. Y a todo le meto un vignette final. Y todo eso de gratis.

Y cuando veo una matrícula de coche que es FCP… en fin… alguno sabrá de lo que hablo. 

Mi cerebro y mi cabeza están quemados. 
Sin embargo no puedo evitarlo. Valgo para esto. Se me da bien… No, se me da de puta madre. A ver si alguien lo ve de una puta vez.