Que me digan de qué tengo que enorgullecerme y luego, si eso, lo haré.
Hoy es… ¿28 de junio?
aHá. ¿Y qué?
Hace ya bastante tiempo decidí enamorarme de una mujer. ¡Y yo también lo soy!
Ha llovido mucho desde el día en que por vez primera me apeteció cogerle la mano a una igual. No hablemos ya de un primer beso o de una primera vez.
Me siento feliz.
Y lo que más feliz me hace es saber que nunca jamás podría haberme imaginado en esa situación. Y en ella ando, de pleno, sin frenos, y deseando más y más con cada día que pasa.
En realidad… Y no vayamos a engañarnos, todos hemos sentido algún tipo de interés o deseo por alguien de nuestro mismo sexo alguna vez. A todos nos excita el roce y la pasión, con independencia de quien la viva. Es algo natural, es algo instintivo, animal, salvaje. Algo que no tenemos porque esconder, porque nuestra naturaleza misma nos induce a ello.
Por eso mismo, odio el día del orgullo. Odio cualquier movimiento que pida el respeto y la aceptación de los que se autodenominan “homosexuales”, porque creo que es ese colectivo mismo el primero que ni se respeta ni se acepta, y a esto volveré luego.
No creo haberme sentido lesbiana jamás, igual que no creo que llegue el día en que nos presente a mi chica y a mí como una pareja de lesbianas/bolleras/homosexuales.
No necesito reivindicar mi condición sexual porque no tengo condición. No necesito reivindicar/defender/ensalzar que quiero a una mujer porque lo que realmente me enorgullece es el sentirme correspondida. Lo que tenga entre las piernas la persona a quien yo quiera, es algo que, a mi dignidad, ni le va ni le viene.
Exactamente, ¿de qué se enorgullece la gente el día del orgullo? ¿De ser “diferentes”? Porque de ser así, discúlpenme pero yo soy una persona completamente normal e igual a las demás… ¿De ser capaces de reconocer que quieren a un igual? Porque de ser así, discúlpenme pero sería un problema no poder reconocerlo.
Y ahí es donde entra el respeto y la aceptación.
¿Cuánta gente saldrá a la calle a manifestarse/desfilar/juerguear por el día del orgullo sin ni siquiera ser capaz de sincerarse en su casa? ¿Qué respeto y qué aceptación quiere lograr ese colectivo si el primero que se “discrimina” es el mismo saliendo a la calle a “manifestarse” sin motivo? En mi vida me he sentido discriminada por estar con mi chica. Jamás he recibido un insulto o cualquier otra ofensiva por el estilo.
Las miradas indiscretas son, precisamente, producto de este tipo de movilizaciones. La naturalidad es y debe ser la única manera de intentar mitigar la sorpresa que pueda llevarse cualquiera que vea dos hombres besándose en la calle. Porque… discúlpenme de nuevo, pero… igual sólo 1 de cada 10 parejas se atreve a mostrarse públicamente (salvo el día del orgullo, en que parece quedar justificado el darle rienda suelta a la pasión). Y es ahí, de nuevo, donde a mí me molesta que se intente reivindicar el día del orgullo.
¿Qué cojones vas a reivindicar si tú eres el primero que le oculta al mundo tu forma de ser?
Y yendo un poco más allá… Creo que es algo perjudicial para el propio colectivo.
Enfermos, desviados, viciosos, pecadores. No han faltado palabras a lo largo de la historia para hacer referencia a las que han sido consideradas como anomalías pasionales. Hoy por hoy, lo cierto es que siguen existiendo muletillas para referirnos a quienes tan “orgullosamente” se reivindican en las calles. Hablar de “homosexuales” (que ya de por sí me parece una palabra jodidamente horrible para referirse a un colectivo de PERSONAS), suele ir aparejado, en el mayor de los casos, a la idea del vicio, la lujuria y la feminidad/masculinidad invertida de las personas. Esos estereotipos son, precisamente, a mi modo de ver, los que dan lugar a los prejuicios que se siguen teniendo.
El dar tal importancia a la condición sexual en ningún momento puede ser considerado como algo positivo para nadie: yo no soy ninguna depravada por haberme enamorado de una mujer, y probablemente muchos lo piensen, y probablemente nadie del colectivo lo sea, pero esa es la imagen que da, del mismo modo en que fija demás estereotipos reprochables. A mí, personalmente, no me gusta que me relacionen con ese colectivo. No me gusta, tampoco, que me tomen por una “camionera” o por una “machorra”, porque desde ya os garantizo que soy y me siento femenina de los pies a la cabeza.
No hay un día de orgullo “heterosexual”. Y menos mal. Será que al fin y al cabo no hemos llegado al punto extremista de “homosexuales” vs. “heterosexuales” aunque, sinceramente, el orgullo es el primer paso para que la condición sexual termine siendo otro tema más de discusión, como lo lleva siendo el género de las personas desde ya hace un tiempo.
La falta de discreción, la falta de intimidad… La falta de respeto hacia quienes no quieren aceptar esas situaciones. A mí me da igual que a la vecina no le guste que esté con una mujer, porque me la pela con quién pueda estar ella. No necesito que la gente acepte mi relación para sentirme a gusto con mi chica. Es ella y va a ser ella la única que va a incidir en nuestra relación. ¿Por qué el colectivo se empeña en que todo el mundo acepte sus relaciones? ¿Qué cojones importa a quién le parece bien y a quién le parece mal?
Y volvemos de nuevo a la pescadilla que se muerde la cola: la naturalidad es el único remedio para que todo el mundo acabe viendo bien tales situaciones. Hasta que ese momento no llegue, a mí, el orgullo, me cabrea. Y una vez que ese momento haya llegado, el orgullo será innecesario.
Gente que crítica a dos hombres que quieren casarse por la Iglesia. ¿Por qué? ¿Acaso mi condición sexual, si es que realmente se le puede llamar condición, va a limitar mis creencias religiosas? Eh. Si es así, chapó (ironía). Odio la Iglesia por ser la empresa que más dinero mueve en el mundo, pero la fe de las personas es algo intocable en mi conciencia, y mucho menos si el límite viene determinado por lo que tiene entre las piernas la persona de la que te has enamorado.
Yo abogo por la no diferenciación entre las personas, quieran a quien quieran. No soy partidaria del discurso del colectivo, no soy partidaria del tener que agrupar a las personas en grupos de “homosexuales” o “heterosexuales”.
Soy partidaria de que cada uno viva su sexualidad a su manera, rompiendo esquemas, prejuicios y estereotipos. Soy partidaria de que en el día del orgullo nos enorgullezcamos de querer, independientemente de a quién. Vamos a alegrarnos de que aún sabemos querer, coño, ¡que estamos vivos! Querer, amar, enamorarse… Salgamos a la calle a enorgullecernos de eso. A gritarlo y festejarlo.
Todos.
Porque yo no quiero que me relacionen con ese colectivo.
Yo sólo quiero que me relacionen con mi mujer.
Y de eso sí que me siento orgullosa. Hoy, mañana y pasado mañana.
No necesito un día en el calendario, no necesito salir a la calle, ni reivindicarlo, ni manifestarlo, ni que nadie lo acepte.
La necesito a ella, y punto.